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Ya vimos algunas tribus del golf catalogadas según su vivencia del golf. Sigamos profundizando ahora desde el punto de vista de las reglas, las conocidas Rules of Golf y el modo personal de afrontarlas.




José Ángel Domínguez Calatayud / Actualizado 5 mayo 2016

 
Antes de entrar en faena reconozcamos una realidad: el propósito principal de las reglas de golf es provocar polémica.

Así como las golondrinas están para volar, las reglas de golf están para discutirse. Del mismo modo que un barco se construye para navegar, las reglas se articulan, se mantienen, se corrigen, alteran, modifican y se aumentan con el fin de que los ociosos jugadores de golf – e incluso los empleados – polemicen sobre ellas.

Sólo así se entiende que en cuanto dos o más jugadores se reúnen, y después de haber intentado explicar el buen golpe de approachdado en el hoyo 9, se enreden en la interpretación, por ejemplo, de la Regla 26-I b acerca de cómo debe ser el alivio de obstáculo cuando el mismo esté señalado por estacas amarillas.

¿Responden todos los jugadores de golf a este único perfil? De ningún modo. Hay gente variada con diversas conductas ante las reglas de Golf. De hecho, fíjese usted en qué hace cada quien con dichas normas y tendrá un perfil de personalidad del sujeto.

Vamos, ni los analistas de “Mentes Criminales” tienen mejor perfilador que usted si observa atentamente la actitud de cada quien con las Rules de Golf. Porque lo cierto es que la vida imita al golf.

El dicho de que el tiempo pone a cada uno en su lugar, igual que el toro, puede, con toda propiedad, extenderse al juego del golf, que tiene sus horas y sus cornadas. Un partido hace salir lo que deseamos ser y lo que no queramos que se vea que somos: el golf te define.

Dicho lo anterior podemos ver las conductas sobre las reglas:

El golf como pretexto: es el caso del varón que juega al golf para no ir al mercado; esta persona igual se enreda en una minucia de las reglas que se pasa por el forro del babi reglas básicas de etiqueta: ¡si ha engañado a su señora para no ir al súper, por qué no va a quitarse un golpe en el hoyo 16!
El golf como medicina: es el que practica ese sénior porque el cardiólogo le ha dicho que ande un poco o el dietista que baje unos kilos. Así que, por favor, no me lo agobien con la monserga de que juega lento: la que transcurre veloz es la vida que nos queda, nos dirá con toda razón.

El golf como reto vital: éste lo practica el combativo, ese amigo que le gustaba ganar hasta en el recreo y ahora quiere vencer, como sea, hasta en la cancha de prácticas. Lo verán jovial y dicharachero por el fairway siempre que vaya con una gran resultado, pero en cuanto ve el peligro despliega una coraza de silencio, se mete en sí mismo, se reconcentra y no conoce amigos. Este tipo de compañeros contrincantes sólo sigue una regla: nunca dejar heridos. Y las reglas para él sólo sirven si sirven para ganar, por lo que si hace falta retuerce el reglamento y el pescuezo del Delegado de Reglas si fuere menester.
El golf cómo escenario privilegiado para la infracción. No conozco personalmente a nadie que haga trampas ni que se burle del derecho: sólo trato con caballeros y con damas. Sin embargo las crónicas describen a cierto tipo de jugador desahogado que con tal de ganar la cerveza se salta la regla no por ignorancia – lo que nos ocurre a muchos –, sino por la irrefrenable pasión de ganar a costa de lo que sea. Él no perderá si puede evitarlo con una “trampilla sin importancia”, porque para él el derecho como fuente de obligaciones, en la vida como en el golf, no es sino convención aplicable a los demás.

El golf como angustia ética: en el polo opuesto del anterior está ese ser pejigueras escrupuloso – sólo blanco o sólo negro - que hace normas de lo que es opinable, que hace incompatible lo que es compatible. Sufre en la cancha como un fariseo bajo la pesada carga normativa. Duda de sí mismo y se enreda con los compañeros de un partido – incluso informal – porque el dropage no ha sido perfecto desde la altura exacta del hombro o se sumerge en rulings sobre si ese agujero en el rough sobre el que yace la bola es una madriguera de ardilla o la entrada del Metro.
El golf como juego deportivo y cortés: es el deseable para todos. Lo vive quien prefiere a las personas antes que a las reglas; quien es considerado con los otros; quien ama y es feliz con lo que tiene sin buscarse amarguras en el golf, que es un juego formal educado y serio, pero juego al fin. Combate para ganar, pero si pierde no echa la culpa a los compañeros o algreenkeeper. La derrota no le inmuta, pues tiene por ganancia todo lo que le rodea: amigos, árboles, aves y un cielo inmenso.

Como diría el ínclito Jesulín de Ubrique, el golf es como el toro, como un buen toro. Y ya sabe: “el toro bueno desnuda al torero malo”.